Por Janou
Glaeser.
Por cada
creencia que tenemos -ya sea verdadera o falsa, racional o
irracional- es correcto decir que apostaríamos un número no nulo de
bienes a que es verdadera -de lo contrario, no creemos en ella. El
ateísmo es la descreencia en todas las religiones teístas, es
decir, es la creencia de que no existe ningún Dios. En lo que queda
de este escrito, trataré de argumentar a favor de la postura según
la cual el ateísmo es la creencia más racional con respecto a la
existencia de Dios. (Nótese que no se está afirmando que creencia
en la inexistencia de Dios es verdadera en base a la evidencia, sino
que es más racional que su antítesis, y que por tanto debería ser
adoptada).
El
principio de uniformidad metodológica es la tesis de acuerdo a la
cual los principios que empleamos -consciente o inconscientemente-
para formar creencia factuales -es decir, creencias sobre el mundo
(en contraposición por ejemplo a las morales, que son no acerca del
mundo sino acerca de cómo deberíamos comportarnos)- deben ser
siempre los mismos, si es que queremos cumplir con el requisito de la
racionalidad. Si adquirimos la creencia en p mediante un
procedimiento Z, estamos creyendo -siguiendo la definición del
primer párrafo del término “creencia”, es decir estamos
dispuestos a “apostar”- que Z es una fuente fiable con respecto
al tema sobre el cual p versa; como usamos el término aquí,
“fiable” significa “que produce creencias coherentes entre
ellas”.
El
principio de uniformidad metodológica determina quién tiene la
carga de la prueba, si un creyente (digamos un creyente en las
doctrinas cristianas bíblicas) o un ateo. El creyente cristiano dice
que la fuente de su creencia es la fe, la experiencia religiosa y/o
las escrituras. Pero esto no respeta el principio de uniformidad
metodológica, ya que un hinduista, con creencias incompatibles con
el cristiano (por ejemplo, el hinduista cree que hay muchos dioses),
también tiene el mismo procedimiento de adquisición de creencias
-la fe, sus escrituras, y por qué no su experiencia religiosa. En
cambio, el ateo no tiene un texto sagrado con el que está
comprometido a priori (es decir, sin importar lo que diga);
simplemente tiene un método -el de la duda, el del escepticismo- que
forma creencias permutables, en constante revisión, por lo que no es
sujeto de violación al principio de uniformidad metodológica.
Pregúntele
a cualquier cristiano cuán seguros están de que están hablando con
ud. (o que la Tierra es aproximadamente esférica), y simplemente
responderán el número más alto posible en la escala numérica de
seguridad que ud. les ofrezca. Pero ahora pregúntele, usando la
misma escala, cuán seguros están de que cierto candidato político
de su región geográfica va a convencer aún a más votantes en lo
que resta de su campaña. Es seguro que va a responder un número no
nulo pero tampoco responderá el número más alto. Esto es porque
hay más evidencia a favor del enunciado de la primera pregunta que a
favor del segundo enunciado. El creyente tendrá que admitir,
entonces, que para que una creencia sea racional la firmeza y
seguridad con la que ésta es creída debe ser proporcional a la
evidencia a favor de ella. Sin embargo, el cristiano dirá casi con
total seguridad que (i) el Cristianismo es verdadero & (ii) el
Islam es falso; cuando en realidad el Islam y el Cristianismo tienen
las mismas evidencias (o bien nulas, o bien los argumentos
apologéticos que se usan comúnmente, que aquí no discutiremos);
debemos concluir por tanto que ser cristiano no es racional.
Por
último, notaremos una última violación al principio de uniformidad
metodológica: el cristiano promedio, si se le apareciera el genio de
la lámpara y le diera a elegir entre darle un argumento convincente
de que su Dios existe y decirle cuál el la verdadera respuesta a la
pregunta “¿existe algún Dios, y de existir, cuál es?”, es
bastante probable que elija lo primero (y mucho más probable que
dude antes de elegir). Aquí vemos que se viola el susodicho
principio, ya que en cualquier otro ámbito del conocimiento, el
creyente querrá saber la verdad, sin importar cuál sea; pero no en
el caso de la religión que profesa. El argumento ateo,
consecuentemente, se vería algo así (las premisas ya las hemos
argumentado):
1.Cualquier
violación del principio de uniformidad metodológica es un acto de
irracionalidad.
2.La
religión es una violación de ese tipo.
3.Ergo,
la religión es irracional.
4.Para
cualquier enunciado p, si p es irracional, cada sujeto debería
adoptar como creencia ¬p.
5.Ergo,
cada sujeto debería adoptar el ateísmo.
¡Interesante entrada! ¡Son buenos argumentos!
ResponderEliminarYa te lo dije antes (tuve el privilegio de betatestearla :P), pero te fuiste al re-carajo con esta entrada... ¡De las mejorcitas! (y)
ResponderEliminarCafé de las Mónadas a full, loco.